Hay otras que se han sentido confidentes de alguna de las partes, y esto ha provocado que tengan que posicionarse en los conflictos que surgían en casa.
El hijo/a confidente es bastante polivalente. A este hijo se le coloca en ocasiones como aliado, para poder desahogarse, para conseguir apoyo en las decisiones, para que sea el que denuncia que algo no va bien en casa, se le da la responsabilidad de ser el que esté atenta/o para defender si esto ocurre. Pero ocurre (no siempre) que los padres se reconcilian, y entonces el hijo pasa a ser un hijo sin poder ni voz. Esto suele ser cíclico.
Aquí llegan los sentimientos de traición, impotencia, confusión, así como de sentir que el amor está condicionado a estar en ese rol de estar para los demás, y además mucho malestar al pensar en el vínculo.
¿Te has sentido así alguna vez?