Uno de los temas que más aparecen en consulta aunque no sean el motivo que les trae al inicio, es el duelo.
A veces el duelo es explícito, hay una pérdida evidente como la muerte de un familiar, la pérdida de un trabajo o la ruptura con tu pareja. En otras muchas ocasiones nos encontramos con duelos que han sido silenciados. ¿Qué es esto? Son pérdidas que pueden ser entendidas como dolorosas pero que el entorno se empeña en pasar rápidamente a través de:
– Intentar sustituir, si por ejemplo has perdido un hijo por un aborto con las frases: eres joven o ya tendrás otro.
–Infravalorar el sufrimiento, si alguien va envejeciendo y pierde ciertas facultades: ¿Pensabas que ibas a estar bien toda la vida? Es lo que toca.
-Minimizar la importancia de los vínculos: solo era un perro.
-Invalidar la frustración: No te pierdes nada si no puedes ser madre, no sabes la de noches sin dormir que te vas a ahorrar.
No creo que estos comentarios en la mayoría de las ocasiones se hagan desde la maldad o con intención de herir, pero eso no evitar que genere un enorme dolor y provoque que las personas que están pasando por estos procesos entiendan que no pueden compartirlo con nadie. Venimos de generaciones que han tenido que quitarle importancia al dolor para poder sobrevivir, y que quizá creen que es la mejor forma de llevarlo. Pero evitar transitar este proceso es simplemente posponerlo, dejar esa herida abierta pero bien escondida
Por esto me parecía que podría ser buena idea darle voz a algunos de los duelos silenciados que más aparecen en consulta: pérdida de un hijo durante el periodo perinatal, pérdida del proyecto de maternidad/paternidad de forma biológica por infertilidad, pérdida de facultades por enfermedad o envejecimiento y pérdida de una mascota.
Durante esta semana iré hablando de estos duelos, en qué consisten, cómo se pueden enquistar y cómo los vamos trabajando en terapia!